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Cueva de El Pindal

Cueva de El Pindal

Identificación del bien

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Pimiango, Ribadedeva, Principado de Asturias

Acceso

Desde la N-634 en El Peral, desvío por la RD-1 hasta Pimiango. Carretera local hasta el santuario de Santu Medé. Desde aquí, una senda descendente conduce hasta la entrada de la cavidad.

Coordenadas geográficas

UTM 30T 375980E / 4806305N - Z: 20

Descripción

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Descripción topográfica

La cueva de El Pindal, situada en el extremo oriental de Asturias, se abre sobre el mar Cantábrico en un acantilado junto al cabo de San Emeterio. Este paisaje costero es –como en el caso de Tito Bustillo– sensiblemente diferente al que contemplaron los habitantes paleolíticos de la cavidad, ya que entonces la línea de costa estaba varios kilómetros más al N como consecuencia de la regresión marina acaecida en el curso de la última glaciación.

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De estructura relativamente sencilla, la cueva consiste en una larga galería rectilínea, sobre un eje O-E, que alcanza una longitud total de 475 m, divididos convencionalmente en dos sectores. Al O, el sector oculto, constituido por una estrecha galería que desemboca en dos salas sucesivas, colmatadas por bloques de derrumbe; al E, la gran galería (abierta al público), por cuyo fondo corre estacionalmente un riachuelo. Su morfología responde a factores estructurales, como son las fracturas y planos de estratificación en el interior del paquete calizo, que han determinado los cuatro planos de la galería, el sentido del buzamiento o inclinación descendente hacia el E y las inflexiones entre el sector oculto y el sector público. Sobre ellos actúan los factores geomorfológicos, especialmente los procesos de erosión remontante de la corriente de agua, que han ido captando los cauces de tres escorrentías avanzando sucesivamente hacia el O: los arroyos provenientes de las dolinas de Santu Medé, de La Llongar y de La Tronía. De este modo han llegado a unirse en una sola galería los dos sectores de la cueva.

Fecha de descubrimiento

El yacimiento de la cueva de El Pindal fue descubierto en abril de 1908 por H. Alcalde del Río, uno de los pioneros de la investigación prehistórica regional, convirtiéndose así en la primera cueva con arte rupestre paleolítico descubierta en Asturias.

Investigación arqueológica

El propio Alcalde del Río realizó un primer estudio de la cavidad, que pasó a formar parte de la primera gran obra de síntesis acerca del arte rupestre paleolítico cantábrico, obra que Alcalde dio a la imprenta en 1911 junto con H. Breuil y L. Sierra. En años subsiguientes, otros notables investigadores de la prehistoria asturiana dedicaron sus esfuerzos a la documentación de este relevante conjunto rupestre, así J. Fernández Menéndez en los años 20 o F. Jordá Cerdá y M. Berenguer en los 50. Las últimas aportaciones al arte rupestre de la cavidad se deben a investigadores como R. de Balbín Behrmann y J. Fortea Pérez.

Contenidos artísticos: pinturas, grabados

El itinerario de visita procede de E a O, en sentido inverso al desarrollo natural de la cueva. Conforme este sentido, los investigadores han ido describiendo los diferentes conjuntos de representaciones desde afuera hacia adentro, separando los contenidos de la pared izquierda, o meridional, de los de la pared derecha o septentrional. Ésta se presta mucho mejor que su opuesta a la actividad de los artistas paleolíticos, al ofrecer superficies amplias, relativamente lisas y limpias y con apreciable verticalidad, frente a la pared izquierda donde los planos inclinados y agrietados dominan, dificultando considerablemente la tarea artística. Las manifestaciones artísticas se distribuyen en cinco ámbitos diferentes. El primero, a 120 m de la boca, sobre la pared izquierda de la galería principal. A 240 m de la entrada, en la pared derecha, se emplaza un gran panel de unos 20 m de longitud en el que se concentra la práctica totalidad de las representaciones conocidas en la cueva. Algunos metros más al fondo se suceden dos lienzos decorados muy próximos entre sí. El panel más profundo se ubica a unos 300 m de la entrada, en una pequeña sala elevada sobre la galería principal.

El catálogo rupestre de la cueva está compuesto por casi una treintena de figuras animales (13 bisontes, 8 caballos, 3 cérvidos, 2 mamuts, otros cuadrúpedos indeterminados y un pez, entre el bestiario reconocido), a las que se añade un número considerable de signos, siempre pintados en rojo, entre los que destacan especialmente los claviformes o trazos en forma de maza (del latín clava, maza); también hay puntuaciones, trazos lineales verticales, laciformes, ramiformes, signos cerrados y otros. El número total de representaciones ronda la cincuentena, aunque no existe un inventario “definitivo” y científicamente consensuado.

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La valoración cronológica del arte de El Pindal se presenta compleja, habiéndose realizado, desde el descubrimiento hasta la actualidad, diversas y dispares propuestas al respecto. Los primeros estudiosos de la cueva, señaladamente H. Breuil, partidarios de una cronología larga, agruparon las figuras en cuatro conjuntos, combinando criterios de técnicas de realización y estilo de las representaciones. Se distingue, de este modo, un grupo arcaico de pinturas rojas, un segundo grupo de pinturas rojas de trazo tamponado, un grupo de pinturas negras y un grupo de motivos pintados y grabados con indicios de policromía. Siguiendo este esquema, asignaron cronologías a cada uno de estos conjuntos, desde el Auriñaciense (hacia el 35.000 BP) al Magdaleniense (16.000-10.000 BP). Según ello, todo el Paleolítico superior habría sido testigo de la labor artística en El Pindal. Posteriormente, A. Leroi-Gourhan adopta la postura contraria, planteando una sincronía del conjunto que sitúa en su Estilo IV Antiguo, correspondiente al Magdaleniense medio (hacia el 14.000 BP).

Las propuestas más recientes reiteran la anterior disyuntiva en cuanto a la diacronía o sincronía del repertorio rupestre de El Pindal. Según J. Fortea las representaciones fueron realizadas en dos épocas diferenciadas, e incluyen conjuntos del Estilo III y del Estilo IV de Leroi-Gourhan, diferenciando a este respecto las figuras pintadas con trazos lineales rojos anchos de las ejecutadas con grabado fino, pintadas y modeladas en rojo que, en el único caso de superposición existente en la cueva –gran bisonte sobre cierva–, serían con seguridad posteriores a las primeras. De este modo, el resultado final de la decoración de la cueva sería fruto de una actividad milenaria por parte de sucesivos ocupantes, lo que habría redundado en la complejidad compositiva del gran panel central. En una posición opuesta, Balbín y Alcolea, que han realizado la última revisión del conjunto parietal, insisten en la línea interpretativa de Leroi-Gourhan, planteando una relativa homogeneidad de todo el conjunto, que se habría ejecutado en fases centrales y avanzadas del Magdaleniense.

Bibliografía

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ALCALDE DEL RÍO, H., BREUIL, H., SIERRA, L. 1911. Les Cavernes de la Région Cantabrique (Espagne). Monaco: Imp. Veuve A. Chêne.

BALBÍN BEHRMANN, R. DE, ALCOLEA GONZÁLEZ, J. J., GONZÁLEZ PEREDA, M. A. 1999. Une vision nouvelle de la Grotte de El Pindal, Pimiango, Ribadedeva, Asturias. L’Anthropologie 103: 51-92.

FORTEA PÉREZ, F. J. 2000. El Pindal, vision nouvelle ou fiction?. Préhistoire Ariégeoise LV: 35-62.

GONZÁLEZ-PUMARIEGA SOLíS, M. 2011. La cueva de El Pindal, 1911-2011. Estudio de su arte rupestre cien años después de Les cavernes de la región cantabrique. Pola de Siero: Ménsula ediciones.

JORDÁ CERDÁ, F., BERENGUER ALONSO, M. 1954. La cueva de El Pindal (Asturias): nuevas aportaciones. Boletín del Instituto de Estudios Asturianos XXIII: 337-364.

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